El masaje infantil para bebés son fricciones suaves que se dan de forma amorosa en la cabeza, cara, pecho, abdomen, piernas, brazos, manos y espalda. Se complementa con movilizaciones suaves de brazos y piernas.
Desde que la primera célula se divide para darnos vía a la vida, estamos en contacto con otro ser. Durante todo el embarazo el vínculo del feto con la madre se hace más próximo y necesario, nos da seguridad, calor, abrigo...
Luego al pasar por el canal del nacimiento nos entra un miedo instintivo por no saber qué nos vamos a encontrar después de esa calidez y sentir ese confort materno. Esta inquietud, temor, se le puede agudizar al pequeño en los primeros días después del nacimiento.
A través de la piel, lleno de inervaciones nerviosas, el bebé recibe el masaje infantil que le da la madre ayudándole a liberar esos temores y a tener un contacto cálido, íntimo y amoroso. La proximidad del tacto materno actúa como bálsamo afectivo y también le ayuda en su progreso.
Además del desarrollo afectivo, también les favorece el cognitivo y motriz; el bebé va reconociendo cada parte de su cuerpo mediante el masaje y esta información llega a su cerebro estimulando dicho desarrollo. A la vez que les proporcionan placer sensorial, pues activan la liberación de sustancias bioquímicas, las endorfinas, las cuales generan una sensación de bienestar.
Desde que nacen, el masaje les regula los cólicos del lactante, a expectorar la mucosidad y las flemas cuando están enfermos de las vías respiratorias, les relaja y obtienen así un sueño más reparador. Les facilita tener una mejor socialización y rendimiento intelectual. Entre algunos de los beneficios que obtienen del masaje.
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