Cuando un bebé nace depende enteramente de su madre o su padre. Esa total indefensión se debe a un cerebro inmaduro que va desarrollando todo su potencial fuera del vientre materno. Por tanto, el completo desarrollo y la maduración cerebral del bebé se ve determinada por el entorno y los estímulos externos que se suceden a su alrededor. Ello favorecerá una mejor adaptación al medio y es ahí donde podemos comenzar a hablar de estimulación temprana.
La estimulación temprana pretende aprovechar ese potencial inicial para favorecer el desarrollo del bebé en sus diferentes áreas. Se basa en la repetición sistemática de estímulos o ejercicios para reforzar ciertas áreas neuronales; y potenciar las diferentes áreas por igual: desarrollo motriz, cognitivo, social y emocional del bebé.
Se realiza llevando a cabo ejercicios de repetición preparados para trabajar las diferentes áreas que queramos reforzar. Todo siempre en un ambiente de juego, agradable para el bebé y respetando los ritmos individuales de cada niño.
Para comenzar es importante saber que la estimulación se inicia con actividades de contacto y afectividad. Ello reforzará el vínculo emocional con la madre o el padre y además favorecerá el inicio de otras actividades relacionadas. Masajes tras el baño, canciones suaves, sonrisas, caricias, besos, constituyen un patrón de actividades que toda familia realiza y sin saberlo estimula favorablemente su desarrollo emocional.
Después se pueden trabajar actividades de motricidad gruesa o fina, lenguaje, equilibrio, concentración e ir añadiendo ejercicios a medida que el bebé va creciendo o dominando las áreas trabajadas. Los padres deberán repetir las mismas pautas cada día, lo que implica una dedicación y un esfuerzo.
Deja un comentario